La forma en que caminas, el modo en que te sientas, la expresión de tu rostro, todo ello transmite cómo te sientes. Aunque no digas nada estás comunicando a través del lenguaje corporal. Porque es imposible no comunicar. El arte de diseñar conversaciones no solo implica utilizar el lenguaje para crear realidades, sino también vestir la conversación con la emocionalidad adecuada. La comunicación emocional resulta un baile entre el lenguaje y la emocionalidad. La música es nuestro lenguaje corporal y la letra de la canción es nuestro lenguaje verbal. Para bailar con otra persona además de crear el clima apropiado, debemos pedir permiso.
Lo mismo en la comunicación, para transmitir eficazmente nuestro mensaje a nuestro interlocutor debemos primero asegurarnos de que nuestro estado de ánimo es el más apropiado para el tipo de conversación que queremos tener y cerciorarnos de que el estado de ánimo del otro es el más adecuado para recibirlo. Como esto último resulta a veces complejo, lo mejor es pedir permiso para entablar dicha conversación. Si es a tu jefe podrías llamar a su puerta y preguntar “¿cuándo podríamos hablar sobre el informe que te entregué la pasada reunión?”. En el caso de los teléfonos móviles con frecuencia se cometen actos de intromisión en las vidas de las personas a las que llamamos, lo mejor sería siempre preguntar: “¿es buen momento ahora para hablar?”. Podemos también caer en la tentación de contarle a nuestra pareja los problemas de nuestra jornada cuando está escuchando el telediario, o nuestros hijos vienen a pedirnos permiso para quedar con los amigos cuando estamos leyendo nuestro libro favorito. Por todo ello es importante que nos aseguremos de que nuestro receptor a captado nuestro mensaje. Para ciertas conversaciones complejas es importante concluir con un resumen de las ideas relevantes, y si algo no nos ha quedado claro no debemos tener reparo en preguntar. Para evitar malos entendidos es bueno aclarar los puntos que puedan dar lugar a confusión. Puede ocurrir que creamos que la persona con la que tenemos un conflicto no está ni estará dispuesta a dialogar, y seguramente sea así. En tal caso también podemos proponer tener una conversación para hablar sobre la dificultad de entendimiento mutuo: “¿qué te parece si hablamos sobre cómo mejorar nuestra comunicación?” O si un cliente ha quedado insatisfecho: “¿cuándo podemos reunirnos para encontrar la forma de solucionar lo ocurrido?”
El gran secreto de las relaciones es la comunicación. Las conversaciones tejen el tejido donde las relaciones viven. Pensamos que tenemos una relación y que ésta fluye sin más. Pasamos la vida sin utilizar el gran poder de las palabras para crear y transformar nuestras realidades. Frecuentemente no conversamos por no discutir, cuando debatir nuestros puntos de vista es exponerlos con respeto, y nos ayuda a aclarar y confeccionar nuestras ideas a la vez que permitimos que el otro nos entienda, y esprese también su posición, lo que a la vez nos enriquece mutuamente. El debate es bueno, siempre claro está basándose en el respeto mutuo y en la exposición y no la imposición de ideas. En todas las relaciones humanas, ya sean personales o profesionales, la parte más importante de la comunicación es la escucha. Para una comunicación eficaz es imprescindible aprender a escuchar con interés lo que el otro tiene que decir, y fijarse en lo que su lenguaje corporal nos transmite, para entender su estado de ánimo y el marco en el que estamos conversando. Es decir, entender el mensaje desde la perspectiva del otro y no desde nuestra posición.